Un vivero se ancló a orillas de la bahía y germina con el Puerto de Cartagena
A orillas de la bahía de Cartagena, al lado de Contecar, el terminal de contenedores más grande del Grupo Puerto de Cartagena (GPC) y de Colombia, está el barrio Albornoz, habitado por pescadores y agricultores con quienes el puerto navega juntos y con buena mar.
Ser vecinos de esa infraestructura portuaria de clase mundial trae, para los residentes de ese barrio y de otros que hacen parte del área de influencia de los terminales marítimos del GPC, oportunidades de desarrollo (educativos, ambientales, recreativos y deportivos, de impulso a nuevos emprendimientos y de liderazgo comunitarios, entre otros), para avanzar juntos en propósitos armonizados y colectivos.

“Me fascina vivir con las plantas, convivir con ellas y observar cómo crecen. Tener un vivero era un sueño que teníamos, pero no veíamos esa luz, esa posibilidad, ese apoyo para hacerlo realidad, hasta que le comentamos al Puerto de Cartagena nuestra propuesta y ellos, de una, nos abrieron las puertas, nos brindaron apoyo y asesoría”: Dubis Casallas Salcedo.
Dichas oportunidades se canalizan a través de la Fundación Puerto de Cartagena (FPC), el brazo social de ese grupo portuario, que este año cumple 20 años de actividades.
Allí en Albornoz, en medio del suave oleaje de la bahía, el paso de enormes buques portacontenedores y de pilas de contenedores, hay una comunidad organizada que busca nuevos rumbos de la mano de la Fundación Puerto de Cartagena.
Entre esos cientos de cartageneros que participan de la oferta social de esa institución, encontramos a Dubis Casallas Salcedo, una líder natural que empezó siendo beneficiaria del programa de Patios Productivos de la FPC y hoy, junto a su familia y vecinos, lidera un vivero de especies florales, ornamentales y medicinales, que se convirtió en una microempresa denominada ‘Palmeras en casa ya’, apoyada en la experiencia de su relación con la Fundación.
“Me fascina vivir con las plantas, convivir con ellas y observar cómo crecen. Tener un vivero era un sueño que teníamos, pero no veíamos esa luz, esa posibilidad, ese apoyo para hacerlo realidad hasta que le comentamos al Puerto de Cartagena nuestra propuesta y ellos, de una, nos abrieron las puertas, nos brindaron apoyo y asesoría, con las herramientas y capacitaciones que se requieren para desarrollar esta actividad”, asegura Casallas Salcedo.
Todo empezó para Dubis en un patio productivo comunitario donde se trabajaba con las uñas. “Allí les enseñábamos a los niños cómo germinar una semilla de mango, cómo sembrar un árbol y cómo ello beneficiaba el medio ambiente y nuestro entorno. En mi caso hacíamos énfasis en la siembra de árboles de mango y por ello en la comunidad predominan los árboles de esta fruta, pues en ese entonces los niños a los que capacitábamos, regalaban semillas de mango a las familias del barrio”, recuerda.
En la pandemia de COVID, el patio productivo comunitario tuvo su ‘boom’. La demanda de anamú, salvia y anís estrellado era enorme y mezclado con panela, permitió a la comunidad combatir esa enfermedad en Albornoz. Esas plantas medicinales mantuvieron a raya esa enfermedad y a pesar de su alta letalidad en otras comunidades y ciudades, en Albornoz solo cobró la vida de una persona.

El vivero familiar y vecinal de Dubis
El vivero funciona desde hace 2 años y se concibe como una forma de aumentar los ingresos familiares y también busca beneficios financieros para sus vecinos. Funciona en un pequeño patio. “Allí aprovechando mi vocación por las plantas buscamos hacer del vivero algo sostenible, y el Puerto puso la semilla para que eso fuese una realidad. Todo empezó con una convocatoria en las comunidades vecinas a las terminales portuarias del GPC. Nos pusieron un operador para que nos enseñara cómo manipular la tierra, cómo era ese manejo con las plantas, su cuidado y las técnicas de siembra. La formación incluyó un proceso de transformación de nosotros mismos, porque para poder desarrollar esta actividad teníamos que cambiar nosotros, transformarnos y en eso nos ayudó el Puerto”, explica esta beneficiaria de la FPC.
En el vivero de Dubis, la palmera areca es la reina, no solo por su belleza sino porque es la que mayores ingresos genera ante su gran demanda. “Debo estar pendiente de que no se me acabe la producción. Es muy requerida para embellecer fachadas de casas e incluso espacios interiores. Los clientes cuando reciben una planta de mi vivero me mandan una foto. Eso es muy grato para mí”, comenta.
Añade que “inicialmente sus clientes eran miembros de la comunidad y también de la familia portuaria. Todo gracias a la asesoría que nos dio el Puerto para emprender, formalizar los negocios y crear estrategias para mercadear los productos. Tocó enamorar a los clientes… Me dije: yo soy muy popular, jugué softbol, soy líder de la comunidad y conozco a mucha gente y empecé a hacer videos de ciertas plantas como aprendí en la asesoría y los enviaba a las redes sociales y empezó a crecer la demanda. Las redes son muy fuertes, son el mejor canal para mercadear”.
“Del vivero obtengo un ingreso adicional para mi hogar. Imagínese si me caen 200 mil o 300 mil pesos donde yo no los esperaba. Eso es una ganancia y es algo que ha fortalecido la economía de mi hogar”, dice esta mujer microempresaria.
Mensualmente vende entre 20 y 30 plantas y las más requeridas son las medicinales: anamú (para combatir la gripe), salvia y el anís estrellado. También piden mucho la singamochila (ayuda a expulsar cálculos renales, fortalece la hemoglobina, entre otras propiedades curativas).
Asegura que su fuerte será el vivero. “Me encantan las plantas y hago que las personas se enamoren de ellas”.
Su núcleo familiar lo componen su esposo, tres hijos y dos nietos. “Aquí todos estamos comprometidos con el emprendimiento y enamorados del vivero”. Mi esposo me ayuda con las labores más pesadas, mis hijos promueven las plantas en sus entornos laborales y son el equipo de mercadeo; y mis nietos tienen sus palitas para ayudar en el proceso de preparación de la tierra y de la siembra. Todos están empoderados con el negocio”.
Cómo llegó a la Fundación
“Ellos son nuestros vecinos. Cuando vimos ese emporio grande llegar a la zona nos impresionó. Yo fui presidente de la Junta de Acción Comunal durante dos periodos y escuchaba que el Puerto tenía programas bonitos con madres comunitarias, con los jóvenes y me dije, yo quiero que mi comunidad participe de esos programas y redacté una carta al Puerto solicitando su presencia en la comunidad, trayendo los programas que ellos manejaban y fueron receptivos. Han tenido un impacto inmenso, del 100%, sobre todo en los jóvenes que iban a buscar un rumbo negativo y hoy ya son profesionales y tienen otras mentalidades”, explica.
“El Puerto tiene algo especial y es que escucha a las comunidades. Sus gestoras sociales son personas que se sientan y se involucran con uno, tanto que uno las hace como parte de la familia. Cualquier inquietud o sugerencia se las comentamos a ellas y ellas llevan esa voz al Puerto, a su Fundación, y somos escuchados e involucrados en los programas sociales”, asevera.
La labor social de la Fundación se extiende a comunidades como Colonias de Manga, Zapatero, Ceballos, Nuevo Oriente, Santa Clara, San Isidro y entre otras, todas vecinas a las terminales del Grupo Puerto de Cartagena.
La Fundación Puerto de Cartagena fortalece al vivero de Dubis con la adquisición de insumos hasta que el mismo logre tener músculo financiero y ser sostenible. “Esto ha sido una experiencia de aprendizaje, de amigos, porque es una integración que hay, una armonía y lo agradecemos. Nos han enseñado a cómo manejar las redes sociales, cómo armar nuestros propios mensajes promocionales, cómo financiar nuestros costos, cómo hacer crecer los ingresos y cómo distribuirlos”.

¿Y el negocio hoy es rentable?: ¡Claro que sí!, responde Dubis, en medio de una carcajada. “Este último trimestre del año ha sido de muchos pedidos. El vivero puede tener entre 200 y 300 plantas de las diferentes especies. Los clientes son amas de casa, personas del común y algunas empresas e incluso de comunidades religiosas.
El espacio del vivero empieza a quedarse corto y Dubis ya piensa en ampliarlo o buscar otro en la misma comunidad.
Su flor preferida en el vivero: ‘Espinas de Cristo’, por su belleza y duración. Puede subsistir hasta dos semanas. Y entre las ornamentales, Dubis ama a sus palmeras areca. Su vivero, para algunos, es una “selva” y para otros, el espacio más fresco y acogedor de Albornoz. Sea cualquiera la percepción, su vivero sigue germinando.


