Comer en Kokaú es un viaje maravilloso al recuerdo de seres queridos, momentos en los parajes más hermosos que tiene la Costa Norte de Colombia; Montes de Maria. Es volver a la infancia y sobre todo; descubrir una explosión gastronómica con elnsentido del gusto, con sabores y textura de la Colombia andina, selvática, pacífica, llanera y caribe.
De entrada, una vez se abren las puertas del ascensor del piso once del Haytt te encuentras con un homenaje a una raza llena de fuerza y autenticidad; representada en sus mujeres laboriosas y llenas de alegría: “Las Palequeras”. Esculturas de sus rostros y el emblema que las caracteriza (Y que uno no se explica como caramba pueden llevar de manera erguida sobre su cabeza) la pochera, llena de frutas o dulces.
A la Izquierda, Kokaú Bar. Sobrio, de blanco marfil, beige y con unas palmeras doradas que evocan al Egipto faraonico. A la derecha, el Restaurante de color azul cielo y unos espacios con paredes que recuerdan al mimbre de las casas de bareque.
Dice el gerente del hotel Hyatt Regency en Cartagena de Indias, Francisco Hernandez (Un mexicano él) Kokaú es una experiencia visual abordo de un barco de esos de madera como la Niña, la Pinta y la Santa Maria.
En el techo hay como unas elises de barco hechas en material de fibra natural. Pero, en su gran espacio hay dos cosas que a mi parecer roban la atención visual de sus comensales.
Esas dos cosas que sin duda inspiran una foto para redes sociales digital tipo selfie son dos árboles rosados que evocan el macondo de magia en la literatura garciamarquiana y dos globos de aerostáticos que se encuentran en un ventanal que a la hora del desayuno reciben los rayos del sol e invitan a olvidar todo y disfrutar de la buena comida del Kokaú.
Y si, es momento de adentrarnos a lo que fuimos invitados. A comer, que es una de las cosas que más nos gusta; pero que en Kokaú, sobre pasó las expectativas. Antes de comer degustamos cócteles de la casa llenos de sensaciones visuales por lo colores y luego al gusto que sin embriagar refrescan y avivan el espíritu.
La entrada fría fue todo un artes; pero debo decir que mi primer recorrido con los sabores y los recuerdos fue con una mantequilla con ajonjolí salado que me transporto a las mañanas de desayuno con mi padre, en el patio de la casa.
La entrada fría vino con textura y colores cálidos: unos palmitos del Putumayo, con remolachas asadas al carbón de leña, toque cítrico (como el limón mandarina del Carito, Córdoba en casa de la abuela Meli) y un helado de suero que la sacó del estadio. Seguido, un ceviche que me recordó mi paso por Lima, Perú en los Panamericanos de 2019. Pero esta vez, la leche de tigre tenía algo del caribe que le daba un fresco; un toque de maracuyá (la fruta de la pasión).
La conversación fue fundamental para la velada excepcional que fue matizada con una cerveza artesanal llegada de Montes de Maria con unas etiquetas que recuerdan lo más representativo de los pueblos de Bolívar y Sucre porque en ellas están impresas Ovejas, El Carmen y San Jacinto con la característica ave canora de la canción de Otto Serge y Rafael Ricardo; El Mochuelo.
La entrada caliente fue una croqueta burrata de Planeta Rica y un pulpo al grill con chile del monte y un yo no se qué, en no sé dónde, que le daba un saborcito cítrico. Una toronja deshidratada.
El plato fuerte fue sensacional. Un cola de langosta gratinada con un elemento del pacífico. El chontaduro, que me hizo evocar aquel poema: “Chontaduro maduro come el negrito Arturo. Chontaduro maduro comen y no me dan…” Y luego; llegó en un humo de roble, su majestad la posta cartagenera cocida por 24 horas. Con una ternura y un sabor que mata de delicia, acompañada de un crocante de arroz de titoté de coco inflado. En una cama de boronia de berenjena que evoca a los Sirio Libaneses o Turcos como se les dice acá en la costa norte de Colombia.
Y el remate tiene su nombre bien colocado. “Macondo”. Un postre de textura de chocolate semi amargo al 46%. Este chocolate viene en una imitación confitada de una vaina de cacao. Que a mi, de manera particular me hizo recordar el huevo de brontosuario que desayunaba Pedro Picapiedra del dibujo animando de Hanna Barbera.
No puedo describir más sino solo invitar a que visites Kokaú en el Hotel Hyatt Regency. Está abierto hasta la 1 de la madrugada para huéspedes, turistas y cartageneros que quieran disfrutar de una experiencia gastronómica sin igual.