julio 01, 2024. –
Las despedidas, son algo más profundo que decir un simple adiós, es un asunto en el que desprenderse de una situación, depende de lo adherida que esta se encuentre en el interior de cada ser. Unas veces, la decisión de partir y despedirse está inmersa en aceptar la distancia y olvidar a modo propio todo lo que recuerda o lo que trae a la memoria el sujeto de despedida, en ese orden, los puntos de lejanía pueden ser físicos o por el contrario ser tácitos o irreales, hilos de la vida que llevan consigo ataduras o apegos.
La despedida, va más allá de aceptar que algo o alguien no está. Centrarse en aceptarlo o no, radica en lo que siente el alma y el corazón, en algunos casos éstos se resisten a soltar, aquí, es mejor decidir que no haya despedida, ella vendrá un día sin perturbar.
Es fácil decir adiós, a lo que no nos significa nada, una prenda de vestir, un amigo no tan amigo, un lugar con el que no se conecta, tantas cosas llegan y se van, es imposible agarrar todo y guardarlo en las emociones que nos generan. Cuán díficil es dejar atrás a un ser amado, a una persona que se lleva en el corazón y que, simplemente se va a otro lugar o se va para siempre, aquí el amor, es como una nodriza o un nudo, él ata sentimientos y no deja que se vayan de la memoria, de detalles que recuerdan su paso por la vivencia de cada cual y se guardan en un sitio especial, en ese que no permite liberar esas mariposas que, sin estar atrapadas, viven en el interior, revolotean con su alegría y su nostalgia, motivan e impulsan los momentos de poca fuerza y secan las pequeñas gotas de lluvia que de vez en cuando salen en honor a un flash de memoria.
No, no hay despedida, ella se resiste a partir, cuando se ama, no hay separación y menos liberación, solo suspiros, ellos alivian y oxigenan los dolores y dejan sabores de esperanza en cada remanso de paz al que nos llevan.
No hay despedida.
“Si alguna vez no podemos estar juntos, guárdame en tu corazón. Yo estaré ahí siempre”.
En el corazón, se guardan los mejores tesoros.