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Nov 2, 2025

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Expertos advierten el enorme riesgo emocional que corren los adolescentes al uso indebido de la inteligencia artificial

El uso de inteligencia artificial entre adolescentes aumenta sin control. Expertos advierten sobre los riesgos emocionales y digitales que surgen cuando los niños interactúan con asistentes virtuales sin acompañamiento adulto. La supervisión y el diálogo familiar son esenciales

Una alerta urgente sobre el uso cotidiano y creciente de la inteligencia artificial entre niños y adolescentes.


¿Sabe con quién conversa su hijo cuando usa el celular, una tablet o un asistente de voz? Muchas de esas “voces amigas” ya no son personas, sino inteligencias artificiales (IA) capaces de responder, acompañar y hasta generar confianza. Aunque pueden ser aliadas para el aprendizaje, también representan riesgos para la seguridad digital y la salud mental si no hay supervisión adulta.

Un estudio actualizado a 2025 de Common Sense Media revela que el 72 % de los adolescentes ha interactuado con una IA en línea, ya sea a través de Siri, Alexa, videojuegos o aplicaciones conversacionales que imitan el diálogo humano.
Para los adultos, puede parecer una herramienta más; pero para los menores, puede sentirse como un amigo siempre disponible. “La inteligencia artificial ya conversa y acompaña de manera muy similar a una persona, lo que puede generar vínculos emocionales inesperados en niños y adolescentes si no hay una orientación adulta”, explica Martha Patricia Castellanos, vicerrectora académica nacional de Areandina.

El riesgo oculto: vínculos emocionales con sistemas que no sienten

Aunque escenas de películas como Her o Ex Machina parezcan ficción, ya existen casos reales de jóvenes que desarrollan lazos emocionales con chatbots o asistentes digitales. Investigaciones en Estados Unidos han documentado dependencias psicológicas derivadas de estas interacciones prolongadas, especialmente en personas que enfrentan vacíos afectivos.

Un artículo reciente de Nature Machine Intelligence advierte que los adolescentes con ansiedad o depresión son más vulnerables a interpretar las respuestas automáticas como empatía genuina, lo que puede reforzar pensamientos dañinos sin filtros.
A esto se suma el impacto de las redes sociales, donde los deepfakes, la manipulación y el acoso digital se amplifican con el uso de IA. “Los riesgos aumentan cuando se combinan redes sociales sin control y tecnologías que pueden hablar, responder y acompañar sin medir consecuencias”, añade Castellanos.

Supervisión, diálogo y límites: el verdadero cuidado

Cada vez más adolescentes pasan más horas conectados e interactúan con desconocidos sin saber quién está al otro lado. Por eso, la experta insiste en que el acompañamiento cotidiano es fundamental.
“Los padres necesitan saber qué hacen sus hijos en línea, con quién hablan y cómo se sienten al hacerlo”, asegura Castellanos. Además, advierte que la tecnología bien usada puede ser una gran aliada para el aprendizaje.

“Estas plataformas pueden apoyar el aprendizaje cuando se usan con propósito y acompañamiento adulto”, indica. Lo importante, dice, es que los menores entiendan que estudian para su propio crecimiento, no para responder a un algoritmo.

Cómo usar la IA a favor del aprendizaje

No todo es riesgo. La inteligencia artificial también puede fortalecer la educación si se emplea con propósito. Herramientas como ChatGPT ya integran funciones para orientar al estudiante con ejemplos y preguntas, impulsando su autonomía.
Organismos como la UNESCO recomiendan que los niños se relacionen con la tecnología bajo guía adulta, con reglas claras y acompañamiento emocional. El Ministerio de Educación de Colombia trabaja en nuevos lineamientos de alfabetización digital para promover el uso responsable en las escuelas.

Para las familias, Castellanos propone tres acciones esenciales:

  1. Conversar sobre lo que los hijos hacen en internet y con qué tipo de IA interactúan.
  2. Establecer límites de tiempo y contenido.
  3. Formar criterio para detectar información falsa, acoso digital o manipulación emocional.

“No hay aplicación que reemplace el diálogo y la cercanía. Ese es el verdadero cuidado”, concluye Castellanos.

Asimismo, recomienda estar atentos a señales como aislamiento, irritabilidad, cambios repentinos de conducta o resistencia a hablar sobre lo que hacen en línea. Ante cualquier sospecha, sugiere acudir al colegio, consultar a expertos en salud mental o usar canales oficiales de orientación digital.

La inteligencia artificial ya forma parte de la vida cotidiana de los menores, pero su poder debe equilibrarse con humanidad y acompañamiento. La educación digital empieza en casa, y el diálogo sigue siendo la mejor herramienta para construir una relación segura con la tecnología.

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